Mi infancia no fue sencilla. Viví maltratos físicos y psicológicos y crecí en un estado constante de alerta, creyendo que en cualquier momento podíamos ser atacadas. Este miedo me acompañó durante años, moldeando mi forma de relacionarme y percibir el mundo.
Después de constelar por primera vez con Rafael Allende, mi vida dio un giro inesperado. Al principio, me costaba creer lo que estaba viendo. Incluso llegué a pensar que se trataba de una broma, como si alguien fuera a salir de pronto diciendo: «¡Dónde están las cámaras!». Dudaba de lo que estaba ocurriendo, pero me dije a mí misma: «Entrégate, ya estás aquí».
La sesión fue breve, y cuando terminó, Rafael me explicó de forma sencilla lo que había sucedido. Sin embargo, el verdadero impacto lo sentí al salir. Fue como si me hubieran quitado un peso de encima, algo que no solo percibí emocionalmente, sino también a nivel físico. En los días siguientes, empecé a notar cómo este cambio se reflejaba en mi forma de actuar y en mi manera de relacionarme con los demás.
Lo más sorprendente es que solo había necesitado una constelación para ese tema específico. Fue suficiente para desbloquear algo profundo dentro de mí. A partir de ahí, comenzaron a surgir otras heridas, especialmente de mi infancia, que necesitaban ser sanadas. Durante tres años, constelé con Rafael una vez al mes, trabajando diferentes aspectos de mi vida.
Aprendí a dejar de culpar a los demás por lo que me sucedía y empecé a asumir la responsabilidad desde la adulta que soy. No ha sido fácil, y todavía hoy sigo trabajando en ello. No fue fácil hasta el día de hoy pero cada día trato de traer a mi niña al estado adulto.
Este proceso de sanación me ha permitido ver la vida con otros ojos: desde el amor y la comprensión, y no desde el miedo y la desconfianza.
JA