La madre de un niño de tres años con diagnóstico de autismo decidió constelar los síntomas graves que presentaba su hijo, incluyendo problemas serios para comunicarse, alimentación selectiva, aparentes alucinaciones, violencia y desconexiones típicas del autismo. Tres o cuatro meses después de la constelación, el comportamiento del niño mejoró significativamente; los médicos ya no encontraron rasgos ni evidencias de autismo ni de TDHA. La madre menciona que, aunque al principio estaba confundida, los cambios positivos en su hijo fueron evidentes y duraderos. No se especifica la duración exacta desde la constelación hasta la mejora, pero se implica que los resultados se mantuvieron a lo largo del tiempo.
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